sábado, 25 de enero de 2025

Sobre el nombre de España

 

La Península Ibérica es, sin duda, uno de los territorios europeos mejor definidos por la Geografía, albergando en su seno a la nación española, la más antigua de Europa si nos atenemos a la formación de los Estados modernos que vertebraron las naciones que se fueron formando en nuestro continente.

Aunque el territorio peninsular está ocupado en la actualidad por tres Estados (España, Portugal y Andorra), así como por la existencia de una trasnochada colonia inglesa (Gibraltar) en territorio español, que es único caso de colonia en suelo europeo, es España la que ocupa la mayor parte del territorio y la que en durante la mayor parte del tiempo ha dado nombre al conjunto.

Sin embargo, la denominación de España, que es la que finalmente se ha impuesto, coexistió o fue precedida por otras denominaciones que son prueba de la antigüedad de nuestro territorio en las fuentes históricas.

En este sentido, hay que señalar que las fuentes para el estudio de la Historia Antigua y Media de España son relativamente numerosas y variadas. Para su estudio se puede adoptar la división clásica de fuentes materiales y fuentes narrativas.

Dentro de las fuentes materiales cabe admitir una gran cantidad de testimonios históricos: monumentos y otras construcciones, enterramientos, objetos artísticos, monedas, armas, etc.

Las fuentes narrativas, por su parte, engloban todos aquellos textos que directa o indirectamente tratan de la Historia peninsular, hayan sido escritas con una finalidad histórica o simplemente literaria.

Para algunos autores, sin embargo, el término fuentes sólo debe ser aplicado a las fuentes escritas, aplicando a las demás términos como restos o vestigios históricos.

Nosotros vamos a adoptar esta segunda postura por dos cuestiones. Primero, porque si aplicamos el término fuentes en general es casi imposible abarcarlo. Y segundo, porque existen varias sistematizaciones de las fuentes escritas de la Historia Antigua y Media de España en manuales, pero no existe ninguna sistematización de fuentes materiales y escritas de esta época, ni de ninguna otra, que nosotros conozcamos.

Según parece, el vocablo España procede del griego Spania, voz que vemos empleada por primera vez por Artemidoro, como forma secundaria de Ispania; este geógrafo y cartógrafo griego, que vivió a finales del siglo II y comienzos del I antes de Cristo, había visitado Italia, Hispania y Egipto, así como otros territorios ribereños del Mediterráneo. Ese vocablo será posteriormente transformado en Hispania por los romanos, tal como hicieron también con el término Ispalis por Hispalis.

La cuestión que se planteaba era la del origen etimológico del término Ispania o Spania, que estaría en la lengua de algunos pobladores de la península más antiguos que los griegos. En línea con ello, el erudito protestante francés Samuel Bochart (1599-1667), quien dominaba numerosas lenguas antiguas y modernas y es el autor de una Geographia Sacra, publicada en 1712, consideró que el término derivaba del fenicio span, con el significado de país de conejos; incluso, mucho más tarde, en una moneda de Adriano se representa a España como una matrona sentada que tiene un conejo a sus pies.

Posteriormente, hubo también quienes relacionaron el termino Ispania con el vocablo de origen céltico span, que está en la base de los términos spanne, palma de la mano, spannen, extenderse, y spannung, punto de partida, en alemán, y spann, palmo, y spanner, entrada o llave, en inglés, que harían referencia a la forma de la península ibérica o a su carácter de entrada al mar Mediterráneo, tal como recoge la Enciclopedia… Espasa-Calpe en uno de sus tomos.

Pero aparte del término Iberia, que veremos a continuación en entre otros términos usados en la Antigüedad, nuestra península fue denominada también con el término Esperia, latinizada como Hesperia, si bien este vocablo ha sido más una denominación poética para designar al Occidente en general, relacionándolo con la reina Hespéride, mujer de Atlas, en la mitología griega.

Conviene, pues, estructurar un poco la evolución de la denominación de España en los tiempos antiguos a partir de algunas fuentes y valorar en lo posible cada una de ellas.

FUENTES DE LA HISTORIA ANTIGUA

Podemos dividir estas fuentes en testimonios anteriores al 500 a. C. y otros testimonios que irían desde esta fecha hasta el siglo I d. C.

Testimonios anteriores al año 500 a. C.

El Periplo

Se puede considerar la fuente narrativa más antigua de la Historia de España. Describe el periplo o viaje de circunnavegación de un viajero massaliota, es decir, un griego de la colonia focense de Massalia –actual Marsella-. Escrito en el siglo VI a. C. y recogido en el poema latino Ora Maritima, de Rufino Festo Avieno (siglo I. a. C.).

Este periplo massaliota describe las costas levantinas y meridionales de la península y, con menos precisión, las occidentales, y proporciona ya algunos datos sobre sus habitantes. Que el autor era massaliota se deduce de los siguientes hechos:

a.    Massalia y Tartessos, con sus ríos Ródano y Tartessos, son la materia principal del periplo, refiriéndose a Tartessos y al río Tartessos cuarenta versos, y a Massalia y el Ródano más de ochenta versos.

b.    La ruta del periplo, desde Massalia hasta Tartessos, era la que seguían los navegantes massaliotas que iban a Tartessos en busca de plata y de estaño.

c.    El autor trata con particular interés las cosas relativas a los massaliotas y sus colonias ibéricas de Pirene y Tiricas, y de las dos islas en el estrecho gaditano visitadas por los navegantes massaliotas procedentes de Ménaca.

d.    La descripción comienza a ser menos detallada a partir del golfo del Tajo, hasta donde llegaban los massaliotas, siendo la primera ciudad mencionada Herbi y el primer río Ibero.

e.    Cuadra en un autor massaliota el hecho de dejar a los cartagineses, sus enemigos, en el más absoluto silencio, pues la mención que de ellos se hace en algunos versos se debe al interpolador, y que los fenicios sólo sean citados brevemente, no nombrándose ninguna de sus ciudades –que Hecateo enumera en una de sus obras-, ya que Gades y Málacca fueron introducidas en vez de Tartessos y Ménaca por el interpolador.

Que el periplo fue escrito hacia el año 520 a. C. queda de manifiesto por las siguientes razones:

-          Fue compuesto después de la batalla de Alaia, del año 535 a. C., con la que termina la navegación de los massaliotas a Tartessos, porque el Estrecho y la ruta marítima a Tartessos ya aparecen en él casi cerrados para los massaliotas y en cambio se menciona una vía terrestre de Ménaca a Tartessos a pesar del cierre.

-          El autor escribió antes del año 509, fecha del primer tratado concluido entre los cartagineses, de una parte, y los romanos con sus aliados massaliotas, de otra, pues por este tratado la navegación más allá del cabo Pulcro (cabo Farina, junto a Cartago), es decir, hacia occidente y, por lo tanto, hacia España, quedó por completo suprimida.

-          El periplo fue escrito antes de la fundación de Emporion o Rosas, colonias de Massalia, que en él no son mencionadas, es decir, antes del año 500 a. C., porque de los vasos griegos allí encontrados se deduce que fueron fundadas antes de dicho año.

Muestran que el autor vivió en el siglo VI a. C. la estrecha semejanza con Hecateo y el hecho de presentarnos una España remota. Este país es designado con los nombres antiquísimos de Oestrimnis y Ofiusa, país de serpientes.

El autor del Periplo es, pues, el más antiguo entre todos los geógrafos griegos que se nos han conservado. Avieno no dice el nombre del autor del Periplo, bien porque lo ignorase o no quisiera mencionarlo.

            El Periplo trata sobre las islas, cabos, golfos, ríos mayores y menores, puertos, sierras, bosques, marismas…

Testimonios asirios

Hay dos inscripciones muy antiguas en las que aparecen los nombres de Anaku (España), Anaku-ki (tierra del estaño) y Kaptara (Creta). En ellas se puede observar que, si ya se incluía el nombre de Anaku, y que este nombre correspondía a España, la península, ya a mediados del tercer milenio a. C. fue conocida por los asirios constituyendo este testimonio el más antiguo acerca de España.

Testimonios del Antiguo Testamento

Las referencias bíblicas, que son las primeras que hablan de Tarsis, son muy explícitas al relacionar esta región o pueblo con el fenicio. Es con Tiro con el que lo ponen en relación, haciéndole partícipe de sus avatares. Así, ante Salomón:

“Los reyes de Tarsis y de las islas traerán presentes; los reyes de Sheba y Saba ofrecerán dones.” (Salmo 72, v. 10)

En el Libro de los Reyes, hablando de las riquezas de Salomón, se dice también:

“… porque el Rey tenían la flota que salía al mar, a Tarsis, con la flota de Hiram; una vez en cada tres años venía la flota de Tarsis y traía oro, plata, marfil, simios y pavos.”

Probablemente, la denominación naves de Tarsis sea genérica y signifique un tipo de navío de gran porte y capaz de larga andada, adscrito a la navegación fenicia, pero sin que pueda vincularse a una localización precisa. Así, en Isaías (730 a. C.) se habla de Jehová alzado sobre lo eminente y soberbio “y sobre todas las naves de Tarsis”. Estas naves, aun construidas por Salomón, son fenicias y pilotadas por tirios, según se dice en el Libro de los Reyes.

Al final del siglo VI a. C. las referencias de Ezequiel son más exactas y ya revelan una precisión histórica:

“Tarsis comerció contigo y con Tiro, a causa de la multitud de sus productos. Plata, licores, estaño y plomo trajeron a tu mercado.”

Hay que señalar, además, que, en el Libro de los Jubileos, texto apócrifo cuyas fuentes son anteriores a Salomón, se cita a Gadir tres veces en descripciones geográficas.

Los poemas homéricos

En estos poemas, sobre todo en la Odisea, se encuentran noticias vagas de las tierras más allá de las columnas de Hércules. Así, el estaño es nombrado frecuentemente en la Odisea, como mercancía de los fenicios, pudiendo ser conocida la península a los poetas griegos a través de fenicios y de los foceos. Los fenicios navegaban hacia Tartessos para buscar el estaño y el ámbar, ya desde la fundación de Gades (1100 a. C.) y los focenses desde el 700 a. C.

Otros testimonios

Son los siguientes:

Hesíodo: hacia el 650 a. C. mitifica el río Tartessos; las tierra de Iberia se confunden con el Ocaso y Hespero, padre de las Hespérides, que en versión singular hemos visto relacionada con Atlas.

Heródoto de Heraclea (600 a. C.): habla de que “Este pueblo ibérico que habita la costa del Estrecho recibe varios nombres, siendo un solo pueblo con distintas tribus: cinetes, gletes, tartesios, elbisinos, mastienos,” etc. Nos habla también de la existencia del rey Argantonio, y lo mismo hace el poeta Anacreonte, contemporáneo suyo.

Hecateo: en sus Genealogías también nos habla sobre Argantonio.

Testimonios desde el 500 a. C. hasta el siglo I d. C.

Aquí debemos hacer una diferenciación entre la historiografía griega y la historiografía romana.

Historiografía griega

Los autores más importantes que hacen referencia a la península ibérica son:

Píndaro (518-440 a. C.)

En sus odas Olimpia y Nemea hace algunas referencias, tomando en parte información del Periplo.

Heródoto (480 a. C.)

La batalla de Alalia, ganada por los focenses según este autor, debilitó, sin embargo, su poder marítimo en tal escala que los cartagineses pudieron establecerse en Sicilia, Cerdeña y zona meridional de España. Destruyeron las factorías focenses que, hasta entonces, habían florecido en las costas levantinas y su influencia sobre los tartesios fue más profunda y efectiva.

Puede decirse que después del supuesto tratado del 509 con Roma, el dominio cartaginés se afianza en el sur de España. Y, efectivamente, en la batalla de Himera del 480 a. C contra los griegos figuraban soldados íberos entre los púnicos. Este pasaje es el más antiguo testimonio para los mercenarios ibéricos en el ejército cartaginés, que hacia el 500 a. C. se había apoderado de Tartessos, tras lo cual tuvieron oportunidad para el reclutamiento entre las tribus guerreras de los íberos, siendo los tartesios de poco espíritu militar. Al propio tiempo, es el primer testimonio sobre las correrías ibéricas.

Eurípides

En sus obras Hipólito y Heracles furioso hay ciertos pasajes que atestiguan la clausura cartaginesa del estrecho en su época.

Tucídides

Expresa la opinión de que los íberos se desplazaran a Sicilia, procedentes de las tierras junto al río Sicano (Júcar), lo que explicaría el nombre de sicanos que se daba en Sicilia.

Piteas (330 a. C.)

Hace época en la historia de la Geografía y en la de la península ibérica. Es el primer griego que volvió a descubrir los territorios más allá de la columnas de Hércules, inaccesibles desde el año 500 a. C., como consecuencia de la clausura del estrecho por los cartagineses. Él es también el descubridor científico de las islas Británicas y de las costas del Mar del Norte.

Para la península, Piteas hace época porque volvió a descubrir su carácter peninsular, que ya conocían los focenses, y por haber extendido a toda ella el nombre de Iberia, hasta entonces limitado a las costas meridionales y orientales. Es de creer que Piteas emprendiese un viaje oceánico con permiso e incluso ayuda de los cartagineses.

Vemos, pues, que las primeras denominaciones de nuestra península han sido históricamente variadas, aunque será el término Hispania el que se impondrá a todos, si bien en determinados momentos hubo otras denominaciones como las de Sefarad, por parte de los judíos, o la de Al Andalus, tras la invasión musulmana que siguió al 711 d. C., que fueron utilizadas habitualmente en sus textos respectivos. En cualquier caso, ello merecería un pequeño y particular trabajo sobre ambos términos.

 

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